Ahora
estoy aquí, contemplo la vida a mí alrededor, respiro el olor de la primavera
que este año adelanta su llegada, todo está en calma y la magia está presente.
Este es el lugar, la tierra donde habito y donde se encuentra mi hogar, es el
rincón donde conviven la belleza y el amor sin límites.
Bajo
mis pies la Madre Tierra
observa cada paso que doy y hace que florezca la semilla dorada que guarda en
su seno.
En
la antigüedad, fue la divinidad más respetada y venerada, ahora, para tristeza
suya y pesar nuestro, es en repetidas ocasiones, la Diosa caída y relegada al
olvido.
Hoy
he podido verte y he podido hablar contigo, mis ojos han sido testigos de tu
fuerza y mi corazón consciente de lo mucho que nos quieres.
Nos
provees de todo lo necesario para la vida, la raíz y el símbolo del principio
de la existencia, y somos y estamos gracias a ti. Sin ti los pueblos morirían y
nada sería porque nada existiría.
Me
despido, pero quiero que sepas que nunca podré olvidarte y que siempre serás la Diosa que florezca en mi
jardín, cada primavera.
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